La COVID-19 ha provocado que seamos la primera generación que está viviendo una pandemia global, un momento insólito, con unas consecuencias socioeconómicas sin precedentes en la historia de la humanidad.

Las medidas de confinamiento adoptadas, totalmente excepcionales, nos hacen ver nuestras ciudades, en la época de las megalópolis, completamente vacías. Sin coches, después de estar todo el siglo XX llenándolas de vehículos y generando un entorno de vida contaminado: óxidos de nitrógeno, partículas, ruido, emisión de CO₂, etc.

El confinamiento permite también hacer un experimento único con un ensayo real para responder a la siguiente pregunta: si eliminamos prácticamente todos los coches de combustión de las ciudades y solo dejamos el transporte público y el abastecimiento básico, ¿qué calidad del aire tendríamos? Ni en los mejores sueños hubiéramos imaginado hacer este experimento.

Disminución de las emisiones del transporte

Como era totalmente esperable, la calidad del aire ha mejorado sustancialmente. No representa ninguna sorpresa. Pero es importante cuantificar la disminución de la contaminación en relación a la reducción del tráfico y demás sectores. Así podemos valorar la actual mejora de la calidad del aire frente a medidas como las zonas de bajas emisiones (ZBE), según el grado de exigencia de los límites a la circulación de vehículos que imponen.

Tanto en Madrid como en Barcelona se han adoptado ZBE con muchas limitaciones, con lo cual su eficacia es muy baja. En la ciudad condal se debía haber puesto en funcionamiento una tímida ZBE el pasado 1 de abril.

La reducción de contaminación, según diferentes fuentes y tomando el dióxido de nitrógeno (NO₂) como referencia, se estima en Madrid entre un 68-73 % y en Barcelona entre un 65-70 %. Para el conjunto de España ha sido de entre un 55-60 %, comparado con los niveles de contaminación del mes de marzo en años anteriores. Valores como estos también se están dando en otras zonas de Europa.

Es cierto que el tiempo en la segunda parte del mes de marzo, con lluvia y viento, ha favorecido el lavado del aire. Pero en años anteriores también ha habido tiempo inestable y lluvioso en esta época sin una disminución sustancial de la contaminación.

El NO₂ es el contaminante típico emitido por los automóviles, en particular los diésel, por lo que su concentración en el aire está directamente ligada a las emisiones del tráfico motorizado. Junto con el material particulado, es el contaminante que más influye en el actual deterioro de la calidad del aire urbano.

Los datos disponibles indican que el tráfico ha disminuido en un 80 %, según la Dirección General de Tráfico. Las ventas de carburantes han bajado un 83 % para la gasolina y un 61 % para el gasóleo (lógico por el peso de los camiones en la composición del parque vehicular). Lo datos de circulación en Madrid y Barcelona indican un descenso del volumen de coches del 75 % dentro de la circunvalación M-30 y del 77 % en el interior de las rondas de Barcelona. Además, la actividad aeroportuaria ha descendido un 97 %. The Conversation

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