Las formas moderada y grave están relacionadas con un mayor riesgo de hipertensión, obesidad, diabetes, dislipemia y artritis psoriásica
A.S. Barcelona Seguramente, todo el mundo asociará psoriasis con lesiones cutáneas, sin embargo, sólo unos pocos saben que esta patología va más allá de la piel. Desde hace tiempo se conoce la asociación epidemiológica de la psoriasis con diversas enfermedades con las que comparte un sustrato patogénico común. La psoriasis, especialmente las formas moderada y grave, está relacionada con un mayor riesgo de desarrollar patologías como hipertensión arterial, obesidad, diabetes mellitus o dislipemia, entre otras. La obesidad, por ejemplo, está presente del 11% al 34% de los pacientes con psoriasis. Se sabe que la inflamación mantenida, en este caso de la piel, hace que se segreguen una serie de sustancias que favorecen el desarrollo de factores de riesgo de patologías cardiovasculares.
También se ha visto una mayor prevalencia de enfermedades inflamatorias intestinales como la enfermedad de Crohn. “Hasta hace unos años sólo se pensaba en la piel y a las articulaciones, pero se ha visto que los pacientes presentan diversas comorbilidades”, indica Miquel Ribera, dermatólogo del Hospital Universitario de Sabadell, Corporació Parc Taulí y asesor científico de Acción Psoriasis. La artritis psoriásica es la patología más asociada a la psoriasis, una enfermedad que añade dolor, inflamación y dificultad de movimiento de las articulaciones. Estudios recientes demuestran que hasta el 30% de los pacientes con psoriasis pueden llegar a desarrollar artritis psoriásica. El tiempo y la probabilidad de aparición de estas comorbilidades es variable, pero Miquel Ribera asegura que si la psoriasis se controla adecuadamente muchas de ellas se pueden prevenir.
La psoriasis está producida por una interacción de los genes (tiene una base de predisposición genética) con el sistema inmune y los factores ambientales. Se debe a una activación indebida de los linfocitos T cutáneos, células blancas encargadas de proteger al organismo frente a infecciones y enfermedades, y los queratinocitos de la epidermis. “Los factores ambientales pueden hacer que la enfermedad dé la cara en una persona predispuesta genéticamente”, aclara Miquel Ribera.
Hay diferentes tipos de psoriasis, la más frecuente es en placas, que puede llegar a extenderse por todo el cuerpo. No sólo afecta físicamente, sino que suele tener consecuencias psicológicas. “Hay mucha gente que todavía cree que la psoriasis es contagiosa, y eso provoca que el paciente en ocasiones sufra estigmatización y rechazo, lo que muchas veces acaba generando ansiedad y depresión”, comenta Santiago Alfonso, director de la Acción Psoriasis. Esta asociación trabaja la información y formación de pacientes con el objetivo de que puedan enfrentarse mejor a la patología. El reto es que el paciente sea un verdadero experto en su patología y pueda autogestionarla. “La enfermedad es para toda la vida, por eso es esencial tener un conocimiento a fondo, no sólo para un mejor control, sino también para que su calidad de vida y su manera de afrontar la enfermedad sea mejor”, añade Santiago Alfonso.
El tratamiento depende de la extensión y del grado de inflamación de la enfermedad. Para las formas leves se recomienda tratamiento tópico: pomadas, cremas o geles. Las moderadas suelen tratarse con fototerapia. “Son cabinas parecidas a las del bronceado artificial de uso hospitalario bajo la supervisión de un dermatólogo”, aclara este especialista. Las formas de moderadas a graves se tratan con fármacos, en pastillas o inyecciones. “En los últimos años ha habido una gran revolución con los tratamientos biológicos, que benefician sobre todo a las personas con psoriasis moderadas y graves”, apunta Santiago Alfonso.
A pesar de ser una patología crónica, Miquel Ribera asegura que si el tratamiento es el adecuado y la adherencia la correcta, las lesiones pueden llegar a desaparecer totalmente y la piel se recupera al 100% sin que queden cicatrices.