Tratar al paciente en menos de 4,5 horas es clave para evitar secuelas irreversibles

REDACCIÓN. Pérdida de fuerza en una extremidad, anomalías en el habla o alteración en la sensibilidad. Ante estos síntomas es crucial actuar con la mayor brevedad posible porque puede tratarse de un ictus. El diagnóstico precoz supone aumentar el índice de éxito en los tratamientos y, lo más importante, en la supervivencia. El ictus es la segunda causa de muerte y la primera de dependencia en el mundo occidental, por las secuelas que deja. El objetivo es que la mayoría de pacientes que han sufrido un ictus sigan siendo independientes. Y es que una cuarta parte de éstos tienen secuelas cognitivas o del comportamiento, lo que supone un elevado coste sociosanitario.

El ictus isquémico es una enfermedad cerebrovascular aguda, producto de la interrupción del flujo sanguíneo al cerebro, que origina una serie de síntomas variables en función del área cerebral afectada. Lo primordial es detectar el ictus a tiempo porque si se actúa antes de las cuatro horas y media se pueden evitar las posibles secuelas, hasta las seis horas existen alternativas que pueden minimizar el daño, pero a partir de las ocho horas de evolución poco se puede hacer. Cuando un paciente llega a urgencias con una sospecha clínica clara de ictus, el sistema ya está preparado para atenderle lo más rápido posible. Para ello es necesario que exista una organización totalmente estructurada, creando una unidad funcional que permite el trabajo coordinado. “Con los programas de código ictus en apenas 25 minutos disponemos de todos los datos necesarios para poder aplicar al paciente una fibrinólisis intravenosa”, explica Exsuperio Díez Tejedor, catedrático de neurología de la Universidad Autónoma de Madrid y jefe de servicio de neurología y Centro de Ictus del Hospital Universitario La Paz.

Es el tratamiento de eficacia probada en pacientes de menos de 4,5 horas de evolución. Consiste en la administración intravenosa de un fármaco llamado alteplasa, un activador tisular del plasminógeno (rtPA) que elimina el trombo que ha producido el ictus. Si en las pruebas previas se localiza una hemorragia o una situación neurológica con una escala de afectación muy alta no es posible aplicarlo.

Si el tiempo ha superado las 4,5 horas y menos de 8, existen contraindicaciones para la trombolisis intravenosa, o esta ha fracasado, se valoran otras alternativas como un tratamiento intraarterial para extraer el trombo. Se realiza mediante cateterismo femoral. Por un lado, la trombolisis intraarterial se basa en la administración de un fármaco trombolítico justo donde se encuentra el trombo y, por otro, la trombectomía mecánica permite desobstruir la arteria cuando el paciente no ha respondido a los tratamientos precedentes. Es una técnica compleja que consiste en introducir un dispositivo en forma de red a través de un catéter femoral que entra plegada y, cuando llega a la localización del trombo, se despliega. Una vez el coágulo se ha enganchado se extrae, permitiendo que la sangre vuelva a circular. Pero, recuerda Díez Tejedor, “donde se necesita ganar tiempo es en aquellos pacientes a los que podemos realizar una reperfusión precoz, para así intentar recanalizar el vaso sanguíneo y recuperar el tejido salvable”.

Una vez superada la fase aguda, se aplican medidas preventivas para evitar que vuelva a producirse otro ictus. Si éste es isquémico y de origen cardioembólico se utilizarían anticoagulantes. Si es de origen arterioscleroso, se trata con antiplaquetarios, antihipertensores y estatinas. Además, en caso de estenosis de la arteria carótida, y en función del grado de la misma y la edad del paciente, entre otras características, se valora si se realiza una angioplastia o una cirugía para extraer el trombo y la placa de arterioesclerosis.

Con las alternativas terapéuticas actuales se consigue no sólo que los pacientes sobrevivan más, sino con menos secuelas. En las dos últimas décadas, concluye este neurólogo, “hemos logrado reducir considerablemente la aparición de nuevos episodios, gracias a los tratamientos preventivos, y menos secuelas, debido a la eficacia de los tratamientos en fase aguda y rehabilitadores.”.

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