Un reciente estudio analiza los efectos de la musicoterapia frente a la reminiscencia en personas con distintos grados de demencia
C. Q. De una manera intuitiva, ya desde las culturas preliterarias, el ser humano ha relacionado la música con la salud física y mental. Pero no es hasta finales del siglo XX cuando se empiezan a tener las primeras neuroimágenes y estudios neurocientíficos que han significado un gran aporte al conocimiento de cómo la música influye en nuestro cerebro. La musicoterapia es la disciplina que, a través de la utilización de la música y todos sus elementos, busca producir cambios con finalidad terapéutica que mejoren la calidad de vida. “Somos seres musicales, nuestras funciones primarias son rítmicas, desde el latido del corazón, pasando por nuestra forma de hablar, a la marcha al caminar”, apunta Mónica de Castro, musicoterapeuta especializada en geriatría y demencias.
El oído ya está desarrollado desde el quinto mes de embarazo y se va perdiendo a medida que va terminando la vida. Pero desde su formación durante la gestación adquirimos la capacidad de escuchar y, además, de recordar las músicas que nos acompañan a lo largo de toda la vida. Precisamente el dramaturgo Oscar Wilde dijo que el arte de la música es el que más cercano se halla de las lágrimas y los recuerdos. “Sabemos que cuando realizamos actividades musicales se activan áreas del cerebro que forman redes y coinciden con otras funciones como las motrices, intelectuales o emocionales”, señala De Castro. La música impacta sobre áreas corticales y subcorticales, y es en estas últimas donde se localiza el sistema límbico, el centro de las emociones.
Un estudio que se está llevado a cabo por la Universidad Ramon Llull, la Universidad de Alabama y Sanitas Residencial ha querido observar cómo influye la musicoterapia en el comportamiento de las personas con demencia, en su funcionamiento cognitivo y en su respuesta al estrés. El estudio se realizó en 12 sesiones de musicoterapia, dos por semana, en 24 residentes de Sanitas con distintos grados de demencia. El objetivo era analizar el funcionamiento cognitivo y sus niveles de cortisol en saliva, que mide la respuesta al estrés. Al mismo tiempo, a otro grupo de residentes se les realizó sesiones de reminiscencia. Aún es pronto para sacar conclusiones porque en estos momentos se están empezando a analizar los resultados, pero, adelanta esta musicoterapeuta, “hemos comprobado que el bienestar emocional aumenta significativamente y que la participación se mantiene a niveles muy altos”.
La mayoría de participantes son personas a las que les resulta muy complicado poder explicar lo que experimentan. Sin embargo, Raquel Borrego, terapeuta ocupacional de Sanitas Residencia Provença, en Barcelona, asegura que esta experiencia le ha demostrado que la musicoterapia no sólo era capaz de despertarles recuerdos sino que, además, luego podían transmitirlos.
No existen recetas musicales. Cada persona tiene su propia identidad musical que va construyendo a lo largo de la vida, músicas que relaciona con sus vivencias y que le han producido determinadas emociones. Esas músicas son las que los musicoterapeutas intentan recopilar con la ayuda de familiares y cuidadores. “Cuando una persona está en una fase muy avanzada de demencia y le ponemos una canción que su familia nos ha dicho que le gustaba mucho, hemos comprobado que se despiertan recuerdos autobiográficos, aunque la persona no sea capaz de transmitirlo verbalmente en ese momento”, asegura Mónica de Castro.
Y es que, mientras no haya una solución definitiva para el Alzheimer, la musicoterapia es una potente herramienta que puede mejorar la calidad de vida de estas personas. “Conocemos la evolución de la demencia y sus síntomas, de manera que podemos contribuir a mantener las capacidades que todavía preservan en las primeras fases de la enfermedad para retrasar el nivel de dependencia, y en fases más avanzadas intentar abrir una vía no verbal para que la persona puede reencontrarse con su propia identidad, una identidad que va perdiendo a lo largo de la enfermedad”, añade. Esta comunicación consigo mismo hace que mejore también la que mantiene con sus familiares y con su entorno más cercano. “Personalmente he visto que la música tiene una capacidad de despertarles emociones que muchos medicamentos no consiguen”, concluye Raquel Borrego.