Otitis, conjuntivitis y hongos son algunas de las afecciones más comunes durante la época estival

ANNA TORELLÓ. La época de vacaciones es el momento perfecto para huir de las preocupaciones. No importa el día de la semana ni la hora en que se vive y, con suerte, no hay emails ni llamadas de trabajo. El cuerpo puede, por fin, relajarse. Pero si hay alguien que nunca se va de vacaciones es la salud. Durante estos meses de calor, el sudor y los baños, que nos mantienen en un ambiente de humedad casi constante, pueden favorecer la aparición de ciertas infecciones. En general no comportan gravedad, pero pueden empañar las tan esperadas vacaciones. Otitis, conjuntivitis, hongos e infecciones vaginales son las más frecuentes. En todos los casos, la mejor medicina es la prevención.

Otitis y conjuntivitis, el mal de las piscinas. Se calcula que los baños veraniegos provocan ocho de cada diez casos de otitis. El principal síntoma es el dolor. “Si al presionar sobre el pabellón el dolor aumenta, quiere decir que existe infección”, señala Berta Mialet, farmacéutica comunitaria. Suele producirse por una otitis externa (cuando se inflama el conducto auditivo externo debido a una causa infecciosa). Si la inflamación es del oído medio y a causa de una bacteria o virus se habla de otitis media. En algunos casos puede haber cierto enrojecimiento y, si la infección es fuerte, puede aparecer pus o fiebre.

Mialet recuerda que nunca se deben aplicar gotas en el oído sin consultar antes a un especialista. “Puede enmascarar el problema y complicar aún más la situación”, asegura. Para calmar el dolor se pueden tomar analgésicos tipo paracetamol, pero, en cualquier caso, es importante acudir al médico para que realice un diagnóstico concreto.

Para prevenir las otitis veraniegas se aconseja el uso de tapones, sobre todo en las piscinas, en aquellas personas con cierta predisposición o que pasen mucho tiempo debajo del agua. Los hay de silicona o de cera y algodón. “Los de espuma no sirven para sumergirse en el agua, sólo se utilizan para evitar ruidos”, aclara Mialet.

Durante el verano también aumentan los casos de la conocida como “conjuntivitis de las piscinas”. Son típicas en niños porque pasan más tiempo en el agua y, con frecuencia, con los ojos abiertos. El agua de las piscinas contiene sustancias químicas como el cloro, destinadas a asegurar su limpieza, que en exceso pueden resultar irritantes para los ojos. Con frecuencia, un contacto continuado produce escozor, enrojecimiento, lagrimeo y una discreta fotofobia. Existen personas especialmente sensibles a estas sustancias que pueden desarrollar cuadros irritativos más acentuados y necesitar el empleo de colirios antiinflamatorios. Para evitar la queratoconjuntivitis que provoca el cloro se recomienda permanecer el menor tiempo posible con los ojos abiertos en piscinas de cloro. De todas formas, si las concentraciones son adecuadas y se evita el baño después de la cloración diaria no suelen resultar peligrosas para los ojos.

Por el contrario, si la cantidad de cloro es insuficiente puede propiciar el contagio de algún germen. Los casos más leves de infecciones se producen sobre todo en piscinas que no tienen las condiciones de salubridad adecuadas. Aunque generalmente el contagio es banal, puede desencadenar una conjuntivitis infecciosa con legañas y secreciones que requerirá el uso de antibióticos. Es muy importante que, ante cualquier infección, se evite el contacto con el agua durante el tratamiento porque, además de poder empeorar la situación del propio paciente, podría afectar a otras personas.

Por su parte, el agua del mar, aunque es muy saludable por su alto contenido en minerales, su alta concentración salina en ocasiones produce irritaciones leves. En general un simple colirio vasoconstrictor y el empleo de lubricación con lágrimas artificiales alivian rápidamente los síntomas. Además, las personas que pasan muchas horas en la playa, expuestos también al sol y viento, pueden padecer un enrojecimiento marcado de la mucosa conjuntival, con lagrimeo, sensación de quemazón y discreta fotofobia.

Hongos, infecciones banales pero muy molestas. Durante el verano también son más frecuentes las infecciones vaginales, especialmente por hongos, conocidas como candidiasis, o la vaginosis bacteriana, especialmente gardnerella. No se consideran de transmisión sexual, de hecho afectan a todas las edades, si bien es cierto que pueden contagiarse con las relaciones. Tienen en común un exceso de flujo que generalmente cambia el olor, el color, la consistencia y que, además, produce picor. Éste es el síntoma más frecuente, pero, no todo lo que pica son infecciones. Existen alteraciones no infecciosas por alergias, traumatismos o atrofia vaginal, entre otras. Sea como fuere, prácticamente todas las infecciones representan casos banalesy benignos que suelen curarse con tratamiento tópico.

A modo de prevención, es importante no permanecer con la zona vaginal húmeda durante mucho tiempo. Es preferible la ropa interior de algodón, especialmente en mujeres que tienen tendencia a infecciones vaginales, y se debe utilizar siempre jabón con pH neutro y sin perfumes. Las uñas y los pies son otras de las zonas más afectadas por infecciones fúngicas. Cuando afectan a las uñas se conocen como onicomicosis. Suele estar asociada a manicuras realizadas de forma incorrecta. Es importante no retirar nunca las pieles del pliegue proximal que bordean la uña, ya que actúan como barrera protectora. Normalmente, las uñas afectadas por hongos se decoloran y, en algunos casos, se rompen.

Utilizar un calzado no transpirable, mantener los pies húmedos durante mucho tiempo o caminar descalzos en lugares con exceso de humedad (playas y piscinas) puede propiciar el conocido “pie de atleta”. Suele aparecer entre el cuarto y el quinto dedo y puede extenderse a los talones. Son infecciones muy contagiosas y molestas. Los principales síntomas son enrojecimiento de la zona afectada, picor y escozor o ardor. El uso de cremas y polvos antifúngicos suelen controlar la infección.

En todos los casos, la prevención es la mejor herramienta. Seguir unas pautas higiénicas adecuadas y actuar ante el primer signo de infección puede evitar una situación que, pese a no ser de gravedad, es muy molesta. Puede ser útil la toma de probióticos para aumentar las defensas y, siempre que se viaje, es recomendable llevar algún analgésico ante la aparición de dolor.

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