La técnica de láser para cambiar el color de los ojos a la larga puede producir no sólo lesiones en el iris, sino otras como glaucoma y cataratas
Por muchos años que pasen, es difícil olvidar los ojos de Paul Newman, Greta Garbo, James Dean o Liz Taylor. Poseían unas de las miradas más cautivadoras de la gran pantalla. Sus ojos, infinitamente claros, enamoraron a mujeres y hombres de todo el mundo. Y siguen haciéndolo. Pero qué hay de Marilyn Monroe o Marlon Brando, sus seductoras miradas se convirtieron en mito. Los ojos de Audrey Hepburn o Brigitte Bardot son su mayor seña de identidad. O quién no ha soñado alguna vez con la carismática mirada de Clark Gable.
Y es que la belleza no hace feliz al que la posee, sino a quien puede amarla y adorarla, dijo el escritor suizo Hermann Hesse. El anhelado azul de los ojos no es más que el encanto de un instante. La realidad es que estas leyendas del cine necesitaron mucho más que un color de ojos para permanecer en el recuerdo. Sin embargo, son muchas las personas que intentan conseguir los ojos de Newman. Algunas lo hacen usando lentillas, otras a través del láser, una técnica no inocua que los profesionales desaconsejan tajantemente. Los anuncios comerciales rezan que por unos 2.000€ pueden cambiar el color de los ojos de forma permanente.Pero el precio más caro se puede pagar con sus posibles consecuencias.
La manifestación del iris azul se debe a una mutación genética que neutraliza la capacidad para producir la melanina. El iris es una capa que se encuentra en la parte anterior del ojo, por delante del cristalino. Una de sus funciones es absorber la luz. Con la ayuda de la pupila, una especie de diafragma que se abre y se cierra, se encarga de controlar la cantidad de luz que llega al interior del ojo. En el estroma iridiano se acumula la melanina, es decir, el pigmento que determina el color de los ojos. En función de la cantidad de pigmento la mirada será más o menos oscura.
Con la técnica de láser que se utiliza para aclarar el iris, lo que se hace es atrofiar el estroma iridiano, adelgazándolo, para que pierda el color oscuro. “No se aplica un pigmento de color claro, lo que se hace es rebanar esta capa del ojo y, por tanto, aquella zona queda con una lesión que puede tener importantes consecuencias”, aclara la oftalmóloga especialista en glaucoma del Centro de Oftalmología Barraquer Maribel Canut. Este iris atrófico, que ya no puede recuperarse, presenta una mayor incidencia de desarrollar lesiones a nivel del cristalino, como pueden ser las cataratas. “Pierden el filtro de protección de la luz solar, por ello están más expuestos”, añade Maribel Canut. A causa de esta falta de protección también aumenta el riesgo de desarrollar fotofobia. El pigmento que estaba acumulado en el estroma iridiano no se reabsorbe. “El ojo es una cavidad cerrada y el pigmento puede llegar a obstruir la zona de drenaje y provocar un glaucoma pigmentario”, explica esta oftalmóloga. Si además el paciente es miope, por ejemplo, o tiene factores desencadenantes, el riesgo aumenta de forma exponencial.
Maribel Canut recuerda que este tratamiento no ha pasado por la aprobación de la FDA, la agencia reguladora americana. De hecho, asegura que técnicamente hace mucho tiempo que cualquier centro oftalmológico podría haber cambiado el color del iris, “pero no se ha hecho ni se hará mientras las posibles complicaciones sean mayores que los beneficios que pueda tener la técnica”, afirma Canut. Las secuelas no suelen ser inmediatas, se ven con el paso del tiempo. Esta especialista lo tiene claro, si alguien tiene muchas ganas de modificar el color de los ojos, la única alternativa actual que no conlleva riesgos es el uso de lentillas pigmentadas. En realidad, tener los ojos de Paul Newman nunca fue tan fácil, aunque sólo sea por un día.