Algunos defectos oculares pueden ser irreversibles si no se corrigen a tiempo
La vuelta al cole supone el regreso a muchas horas de esfuerzo visual. Las nuevas tecnologías obligan a los alumnos a un nivel de exigencia de los ojos mayor. Fijar la vista durante mucho tiempo en libros, pizarra y ordenadores requiere un gran esfuerzo. Por eso conviene realizar una revisión ocular pediátrica como puesta a punto antes de iniciar el nuevo curso. Y es que el ojo es uno de los elementos más importantes para el rendimiento escolar. A través de la visión se recibe más del 80% de la información. “Muchos pequeños están clasificados como poco trabajadores, de fácil distracción y con bajo rendimiento en la escuela.
Estos niños deben ser revisados por el oftalmólogo, pues en ocasiones estos problemas esconden alguna afección visual que no les permite llevar a cabo sus tareas, habiendo tratamiento para ello. Al no ver correctamente se aburren en clase y les cuesta mucho prestar atención”, aclara Ainhoa Martínez Grau, especialista en oftalmología pediátrica y oculoplastia del Centro Oftalmológico Barraquer. De hecho, un porcentaje del fracaso escolar está muy relacionado con defectos refractivos como miopía, hipermetropía y astigmatismo.
Aprendemos a ver durante los primeros años de vida. Desde los pocos meses, el recién nacido distingue colores y formas, más tarde relacionará los objetos y les encontrará un sentido. Cuando alcanza los ocho años estará preparado, en un desarrollo normal, para poder ver bien de lejos y observar con precisión sin cansar la vista. Por eso es tan importante que, si existe un problema ocular durante esa etapa, se trate lo antes posible. Ciertas patologías, si no se corrigen durante los primeros años, son irreversibles. A partir de los tres años debe realizarse la primera revisión oftalmológica, una segunda a los cinco o seis años, y otra a los ocho. “Si existe algún problema visual que impida un desarrollo normal de la visión puede causar un ojo vago o ambliope.
Es imprescindible detectar estas situaciones de forma temprana para poder realizar el tratamiento correcto y así permitir el desarrollo visual”, añade. “Es por ello que insistimos en realizar al menos a los tres años una revisión con un oftalmólogo, a pesar que no existan síntomas, pues cuanto antes detectemos el problema, mejor pronóstico visual obtendremos”. Los padres deben estar alerta ante posibles síntomas, especialmente al final del día, como dolores de cabeza, escozor de ojos, párpado caído, tortícolis o guiños constantes.
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